paseo nocturno

-¿Qué más te da?-le pregunté-¿No habías dicho que te gustaba mi olor?
Esto me recordaba al juego del gato y el ratón. ¿Pero quién sería él? ¿Y yo?
Me sentía estúpida. ¿Por qué no me iba? ¿Por qué no quería que se fuera él?

Sonreí cuando noté que se acercaba a mí e hice ademán de acariciarlo, pero me contuve.
Me quedé mirándolo a los ojos, fríos e intenté poner los mismos.
Parpadeé lentamente y ladeé la cabeza.

¡Mátalo! ¡Hazle pagar por el atrevimiento!
En lugar de eso me dediqué a seguirle el beso, desatando por un momento la tensión que había sentido.
Pero pronto entré en razón. No podía permitir que él notara lo que me hacía sentir, pero...
Me separé de él, aunque no dejé de mirarlo.

Pensé en mis posibilidades y en lo que tenía que hacer y lo que quería.
Era cierto que me moría de ganas por besarlo, pero no podía hacerlo. No podía permitir que el descubriera que podría influir de esa manera en mí.
Por lo que decidí enfadarme.
Me acerqué a él, enseñándole los colmillos y mirándole desafiante.
Me puse delante de él, dejándolo entre mí y la pared.
-¡No vuelvas a hacer eso!

Seguí mirándolo de la misma manera, intentando controlarme.
-Estás jugando con fuego-susurré acercándome a su cuello, como si fuera a morderlo.
Retrocedí un poco, pero no moví mi cuerpo ni un centímetro.
-No me gustaría tener que matarte en la escuela-le dije-Me metería en un lío.

-Tampoco tú lo has hecho-le dije mirándolo a los ojos.
No sabía si me había vuelto loca o no, pero no era demasiado sensato tentar a un licántropo.
-Sólo necesitaría un mordisco-susurré mientras le daba uno suave en la barbilla, sin dejar que mis colmillos le tocaran-rápido y efectivo.

-No quiero meterme en lios-mentí.
La razón era obvia, no podría matarle. No quería hacerlo, simplemente no quería.
-Y sé que te tengo-saboreé estas dos últimas palabras-acorralado, pero que tú podrías hacer que eso cambiara en menos de un segundo.

Solté un débil gemido cuando mi espalda golpeó la pared y lo miré desafiante.
-Sí, no me cabía la menor duda, lobito. ¿Y ahora qué? ¿Piensas matarme?-le pregunté desafiándolo, aunque sabía que podía acabar quemándome.

Sonreí maliciosamente cuando me llamó chupasangre, aunque nunca me había gustado ese adjetivo, pero dicho por el era hasta...¿bonito?
Sacudí la cabeza.
-No, por supuesto que no. Lucharía. ¿Quieres eso?

-No sé si tomarme eso como una amenaza o...
No acabé la frase. Sonreí interiormente ya que significaba que seguramente le volvería a ver.
"Y te matará. Y puede que tú no puedas hacer nada. O peor, que no quieras atacarle"
Sacudí ligeramente la cabeza, apartando esa voz de mí y lo miré con indiferencia, naturalmente fingida.

Sonreí de medio lado. Aún estaba sujetando sus brazos y estaba muy cerca de ella, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no volverla a besar.

- Solo intentaré matarte si tú lo intentas conmigo - dije arrastrando las palabras - Y como hoy no has hecho mucho esfuerzo por desangrarme...hoy no te mataré, tan siquiera lo intentaré. - mentí.

Era obvio que la razón por la que no la había atacado y desmembrado ya era porque no quería. Simplemente si ella decidía matarme era probable que no hiciese nada por no atacarla.

"Acaba con él. Mátalo ahora, ahora que no eres vulnerable. Ahora que aún puedes controlarte"
Sacudí la cabeza. No, no iba a matarlo. No quería.
Cerré los ojos y respiré profundo, disfrutando un segundo de la escasa distancia que nos separaba.
Mordí mi labio inferior, sin abrir los ojos.
Quería recorrer esos malditos centímetros y besarlo, pero no. No lo iba a hacer. Primero tendría que encontrar una excusa. Además... me gustaba estar así, era... tentador.

Abri los ojos lentamente al notar su aliento sobre mis labios.
"¡Estúpida! ¿Qué haces? Mátalo. Haz que se desangre o huye. Ser una cobarde es mucho mejor que estar aquí y esperar a que te mate"
Me quedé mirándole a los ojos mientras intentaba pensar con claridad.
Su olor me envolvía, me tentaba. Él me tentaba.
Quise recorrer la escasa distancia que nos separaba y besarlo, pero algo me detenía.