Pasando el rato {Libre}

Paseaba por los pasillos del instituto, con sus manos metidas en los bolsillos, sin ningún rumbo en específico. Las horas pasaban muy lento, según él, pues generalmente estaban aburridas y sin cosas muy interesantes que hacer. Paseó su azuleja mirada por todo los estudiantes que encontraba en los pasillos, analizándolos como él solía hacer. A veces parecía raro por eso, pero a el poco le importaba lo que pensasen los demás, ni que viviese de apariencias.

Luego de tanto caminar, se encontró con la biblioteca. No dudó ni un segundo en entrar; a él le encantaba leer y, por ende, la biblioteca solía ser su lugar preferido. Se paseó por los estantes, leyendo los lomos de los libros, buscando alguno de su interés.

Bufó algo molesto al ver que en esa estantería no había nada de su agrado. Rodó los ojos, y caminó hacia la siguiente. Los ojos se le iluminaron bastante cuando pudo observar que habían bastantes libros interesantes, como para pasar toda la eternidad allí, leyendo. Sonrió levemente de lado y tomó uno de tapa dura color marrón.

Escuchó una voz comentar algo, pero no le prestó demasiada atención, estaba muy sumido en el libro, el cual ya había comenzado a leer e iba por la segunda hoja. A medida que avanzaba, lo atrapaba más y más, incitándolo a seguir leyendo, pero prefirió dejarlo para la noche, cuando estuviese aburrido en su habitación, sin nada que hacer. Cerró el libro de un golpe, generando un sonido un poco alto.

Se encogió un poco ante el estridente sonido que había causado ese pequeño e inofensivo movimiento. Ahora solo esperaba que la señora de la biblioteca no viniese a regañarlo. Tomó el libro y comenzó a caminar hacia la salida. Levantó la mirada, encontrándose con una chica rubia, bastante guapa que era muy conocida por él, como no conocerla. Notó que se había quedado petrificada o algo así, por lo que solo se limitó a sonreirle.

Estaba considerando seriamente en llevarla a la enfermería, dado que no reaccionaba ni hacía nada. Dió unos cuantos pasos hacia ella, llegando a su lado en poco tiempo. Sonrió aliviado cuando la escuchó hablar.
-Muy bien, ¿y tú Rose? -dijo.

-Me alegra que lo estés -sonrió de lado, algo muy propio de él. A pesar de ser varios años mayor, era un chico muy bromista y le gustaba divertirse como a nadie. Pocas veces se estaba tranquilo. Observó a Rose y frunció leve el ceño, la notaba algo rara, como que si algo no encajara, o como que algo la estuviese incomodando.