Llegando al internado

Estuvé todo el viaje escuchando música y leyendo unas revistas que me habia traido hasta que llegamos al aereopuerto de la ciudad donde me recojió la limosina que mi padre habia mandado desde Italia llevandome hasta el internado.

Cuando llegué al lugar el chofer me bajó todas mis maletas hasta la entrada mientras yo bajaba y me quedaba mirando el lugar sin quitarme mis audifonos.

Busqué en mis bolsillos una carta donde me indicaba el número de habitación.

Esperaba con los pies cruzados, acostado en el sillón, a que algo pasara. Era de día, así que no podía salir. Miré por la vwentana y vi llegar una limusina. Me atrajo mucho la atención, porque nadie tenía limusina, así que era alguien nuevo.
Una chica de pelo largo bajó de la limusina y esperó parada en la puerta, mirando un papel. Miré a mi alrededor y nadie estaba cerca, así que le di la bienvenida. Era humana, así que mejor tener cuidado.
- Hola.- La saludé de una. había caminado en un segundo hacia ella y seguo iba a pensar que era una aparición.

Alzé la mirada y salté, sorprendida, hacia atras- genial!- comenté ironica mientras colocaba mi mano en mi pecho y trataba de tranquilizar mi corazón y mi respiración agitada- Hola, Soy Isabella Mariana Liévre Meiloff- me presenté por primera vez con mi nombre completo, algo raro en mi pero por curiosidad lo hizé- dime Isa, Bella, Mar...como gustes- agregé amable

Reí, el nombre era interminable.
- Landon Jonathan Martinique.- Le dediqué una media sonrisa.- Lani, si querés. Yo podría llamarte con el nombre completo.- Reí.

Reí- mucho gusto...Lani ¿cierto?- dijé- oh, no. porfavor- le rogué- el nombre completo ¿estas seguró?- comenté divertida- será para que jamás termines- agregé.

- No me molestya decir Isabella Mariana Liévre Meiloff.- Le dije.- Tengo buena memoria, y hablo bastante rápido Pero, si no querés, puedo llamarte más corto.
Sentpi que algo me lastimaba el pié. Lo saqué y vi que el sol había tocado mi zapatilla.

Sonreí- vaya, eres el primero al que no le molesta todo mi nombre- comenté divertida-bueno, tienes el permiso de llamarme como gustes, la verdad me sentiré un poco rara cuando escuché todo mi nombre pero estas en tu libertad- comenté antes de ver como se sacaba las zapatillas y retrocedia del sol. Lo imiré intrigada pero escondiendolo de mi rostro.

- Perdón, creo que se me metió algo... Una piedra o algo... - Dije, intentando disimular un poco el acto reflejo que acababa de tener.- Está bien, supongo que te voy a llamar de distintas formas, soy así de molesto...

Asentí, era creible pero sonsa no era y desde el momento que llegó al lugar supo que sucedia algo raro y lo iba a averiguar- oh!, no te preocupes- le sonreí- estoy acostumbrada a las personas que cambian su actitud muy rápido- comenté encojiendome de hombros.

- No cambio de actitud con la misma persona.- Le expliqué.- Cambio la actitud entre personas... ¿Entendés?

Esa era una característica que acababa de notar, gracias al internado. Hacía mucho no me relacionaba con nadie y ahora, que me encontraba con tanta gente nueva noté que nunca era igual con todos.

Asentí- claro- acepté- creo que todos cambiamos de actitud de acuerdo a nuestro entorno-agregé- no todos somos iguales con todos y la persona que dice eso es una vil mentirosa- agregé divertida.

- ¿Sos mentirosa? - Reí con el comentario.- Además, ete lugar es muy extraño... Te hace comportar de forma... diferente. No sé que tiene.

- Sí, no te preocupes. Entendí. - Me crucé de brazos.- Ya vas a ver, de todas formas. Lleva tiempo acostumbrarse.

- Bueno... - Me pregunté que podía contarle de mpi a un humano. La última vez que me había sincerado con uno, había tenido problemas... Nitti. - Tengo 20, llegué hace poco al internado...- Me gusta la sangre humana, pensé.- ¿Algo de vos?

- Interesante... Tampoco sabés como describirte. Igual que yo. - Olisquié el aire por primera vez. - Olés muy rico. - Reí.

Agradecí la ayuda que me dió con la aclaración del Durazno.
- Sí, eso.- En realidad, sí me gustaba el aroma del durazno, pero fue el segundo aroma que capté. - Me gusta mucho el durazno, así que lo reconosco rápidamente, más si está en todo tu cuerpo. Lo último que falta es que tu sabor tambien sea de durazno.
Si se analizaba apropiadamente ese comentario, podría sonar muy feo.

- Sí, es que... Yo me entiendo.- Sonreí algo confundido. Seguía sin poder controlar mi lengua y eso me jugaba en contra muchas veses. - ¿De donde venís?

- Italia... Lindo lugar. Lo visité un tiempo.- No estube mucho, solo unos días.- Yo soy de Alemania...

Ah, ok- comenté- Alemania, no, nunca fui para allá. Debe ser un lindo lugar- agregé.